​Tras el análisis de este problema, hemos detectado dos consecuencias. Por un lado, genera temor de transitar solas por las calles, ya que tienen miedo a ser acorraladas por un grupo de hombres o, en el “mejor de los casos”, perseguidas hasta llegar a sus destinos. Esto provoca la dependencia hacia otros hombres de confianza para acompañarlas y protegerlas. Desafortunadamente, en el transcurso de los días, el propio desenvolvimiento de las mujeres en espacios públicos se va restringiendo. Esto se puede ver reflejado cuando las mujeres evitan transitar por las calles en las que observan un grupo de hombres amenazante. Por otro lado, se pueden producir secuelas psicológicas que disminuyen la autoestima de las mujeres, ya que sienten que su confianza, dignidad e intimidad han sido destruidas por los acosadores. Aquellas tienden a la aparición de un sentimiento de cólera o una sensación de impotencia, debido a que las víctimas podrían optar por reacciones violentas, como insultos, golpes y amenazas. Además, ellas solo evitan las situaciones bochornosas pero encolerizadas y deprimidas por dentro. Como resultado, el acoso sexual callejero provoca la vulnerabilidad de las mujeres en todo entorno.